“Todo fluye, nada permanece”. 
Heráclito

 

Probablemente decidiste leer este artículo porque estas sufriendo y no tienes muy claro qué hacer al respecto, puede ser que tu sufrimiento sea a razón de una depresión, de un trastorno de ansiedad, de una ruptura amorosa, de tu lucha frente a una adicción a las drogas o alcohol, de tu pérdida de sentido de vida o de alguna otra situación particular que te aleje de sentir bienestar emocional; sin embargo  la razón no es el punto central de este escrito, porque la experiencia de sufrir es personal para cada ser humano, incluso aunque las razones sean similares.

Empiezo por abordar una comprensión más precisa de la palabra sufrimiento, cuyas raíces son latinas y significa; “acción o resultado de padecer un dolor”. Sus componentes léxicos son: el prefijo suf que es una versión de sub, que significa “desde abajo, arriba y lejos” y  ferre “llevar”. En otras palabras, el sufrimiento implica tener que llevar algo y también involucra la necesidad de moverse.

Entendiendo esta connotación y sabiendo que el sufrimiento implica movimiento, te propongo leer este artículo poniendo a un lado tus problemas ¿Para qué? Para poder verlos mejor, para darles un lugar y, por supuesto, para saber que esos problemas que te causan sufrimiento solo son algo, más no son lo que tú eres.

Independiente al motivo por el que estás sufriendo, probablemente te has encontrado a ti mismo haciendo lo necesario, para evitar el dolor que conlleva el sufrimiento, sin saber que esa solución intentada (Nardone, 2014), puede estar siendo incluso la base bajo la cual tu sufrimiento sigue ahí, en ti, pesando, doliendo, incomodando, nublándote y paralizándote porque ese peso puede que  te esté dejando clavado justo donde estás y de donde salir se hace más difícil cada día. ¿La razón?, probablemente aprendiste a vivir así, probablemente aún no reconoces que estás ahí, probablemente moverte implique sentirte diferente y eso, también da miedo, entonces la solución es: sigo acá, donde sé estar, donde ya sé de qué se trata y no tengo que enfrentarme a lo desconocido; como decía el poeta Fernando Pessoa: “Llevo encima las heridas de todas las batallas que he evitado”.

Y es que si algo nos genera ansiedad a los seres humanos es la incertidumbre, no saber que pasara si… si o que pasara si.. no porque, dejar de tener el control es realmente miedoso. La novedad en todo esto, es que el control ya no lo tienes tú, lo tiene aquel sufrimiento, aquel problema. Ese miedo al miedo que se convierte en ataque de pánico, esa tristeza profunda que te ancla a la melancolía y se resume en una depresión; esa espera a que llegue  razonamiento perfecto para poder tomar una decisión, esa angustia por pensar que aceptar tu sufrimiento puede significar dejar de ser positivo y optimista, ese miedo a enfrentar tus emociones si decides emprender el camino a la rehabilitación de una adicción, ese miedo que te puede producir tomar decisiones; la lista podría continuar porque, son tantas las cosas que evitamos desde autoengaños, sin darnos cuenta que lo único que postergamos es nuestro bienestar.

Ahora bien, ¿De qué manera puedo lograr moverme?, te daré mi respuesta basada en la evidencia empírica, sobre lo que sí funciona en terapia y lo que sí promueve el cambio que se resumen en evitar evitar. ¿Cómo así?, para empezar te lo explicaré por medio de la metáfora del tigre hambriento:

Imagina que te despiertas una mañana y te encuentras, justo delante de tu puerta, a un adorable cachorrillo de tigre juguetón que está maullando. Por supuesto, metes al zalamero visitante dentro de casa y lo adoptas como mascota. Después de jugar con él un rato, observas que está maullando sin parar y, entonces, te das cuenta de que debe de tener hambre. Le das un trocito de filete rojo, ya que te imaginas que eso es lo que deben de comer los tigres. Haces la misma operación cada día y, día tras día, tu mascota de tigre crece un poquito más. Al cabo de un par de años, has tenido que cambiar la dieta de pedacitos de hamburguesa para tu tigre y ahora le estás dando costillares enteros y mitades de buey. A cambio, él te ruge ferozmente en cuanto siente que es la hora de comer.

Tu astuta linda mascota se ha vuelto una bestia salvaje incontrolable, dispuesta a destrozarte si no consigue lo que quiere. Cuando das de comer al tigre por un momento te deja en paz. Pero también, al comer crece un poco más de tamaño. Cuando tenga hambre otra vez, será más grande y más peligroso. Le arrojas más alimento. El pequeño tigre, crece más y más. Muy pronto se ha convertido en un tremendo tigre, aquel pequeño que tú querías controlar.

Y, ¿Qué se supone que es lo que sí funciona?

Empezaré por decir que con esta metáfora es probable que puedas comprender que la mejor forma de perder el control es intentando tenerlo y que la evitación como solución intentada solo genera de alguna manera un mayor nivel de incompetencia para afrontar aquello que nos causa sufrimiento.

Lo que te propongo no es asumir peligros, “no”, porque cuando hacemos evitación preventiva y decidimos suspender una acción que implica un riesgo, estamos dándole un lugar a nuestra sabiduría y no a nuestro miedo.

Puedes empezar por 3 aspectos fundamentales:

  1. Determina si tus estrategias de evitación han funcionado o no. 
  2. Permítete sentir compasión por ti mismo con respecto a los intentos que has realizado por evitar el sufrimiento.
  3. Deja de culparte por no haber logrado controlar tu sufrimiento.

Habiendo hecho esto, puedes empezar a hacer lo opuesto a la evitación, que es el permitirte sentir y aceptar tu sufrimiento, darle un lugar, comprenderlo, permitirte hacer acciones opuestas hasta las intentadas hasta hoy. Con eso es probable que corras el riesgo positivo de descubrir y conectarte con tus recursos personales para afrontar aquello que llevas tanto tiempo evitando.

¿Qué tan fácil o difícil me resultará?

No lo sé, dependerá de muchas variables… y es que en muchos casos es necesario buscar la ayuda de un experto. Sin embargo, en algunos casos la transformación que se da como resultado del cambio en la relación con el sufrimiento, surge espontáneamente gracias a lo que podemos llamar  acontecimientos confrontativos (una enfermedad, una pérdida, etc) que te permiten tener un cambio de perspectiva que se convierten en nuevas experiencias y nos permiten tener momentos en los que hacemos un click, que conlleva a la apertura hacia nuevas posibilidades, en las que dejamos al sufrimiento fluir como parte de la vida misma. 

 

 

 

Deja un comentario